Google (o Apple) mira más tus fotos que tú.

Y no es de extrañar, tiene mucho que ganar, con tu información consigue cobrar más y mejor a los anunciantes. Por otro lado,  tus recuerdos, para ti, son ya una amalgama de miles de clips y fotos en una galeria atestada. Si eres un poco espabilado te las habrás apañado para subirlas a «fotos» o quizá te las has copiado en tu ordenador, dónde quizá, solo quizá, algún día busques algo y realmente lo encuentres.

Lo más probable es que la proxima vez que veas una de esas fotos te sorprendas siquiera de que la sacaras, es posible que hasta te cueste recordar dónde la sacaste o porqué.

Claro que el paseillo de la ceremonia de la boda de tu mejor amiga lo tienes grabado y lo recuerdas, además se lo enviaste el mismo día. Pero,…. ¿Qué ibas a hacer con ese video?

Es cierto que era un momento como para grabarlo. Sin duda, de hecho la pareja contrató a unos que andaban por ahí dando vueltas con cachibaches de aspecto caro, pero todos sabemos que las fotos quedan estupendas en el Iphone, ¿eh?

O como cuando, por supuesto, le sacaste una foto a la Torre Eiffel,…o al David de Miguel Angel, la fuente Cibeles o o la Giralda,….

No pretendo ponerme Snob, que yo también lo he hecho y lo sigo haciendo,… como si nadie nunca hubiera estado delante y necesitaramos demostrar que efectivamente estuvimos allí y la torre Eiffel es real. jejeje.

Y este post empieza a sonar a reproche, pero es más cahondeo, de verdad, porque si bien con el movil en la ceremonia estamos reventando el ambiente, en general, lo que quiero expresar es que hay veces que es una suerte contar con una cámara tan a mano, pero otras es una maldición. Hay momentos únicos que de no ser por ese pequeño milagro tecnológico habrían sido relegados al olvido, o como mínimo deformados por el imperfecto filtro de la memoria. Pero hay otros que son para vivirlos y emocionarse, y olvidar la cámara. Yo mismo como profesional a veces me obligo a reconocer que las fotos y videos que saco, de la torre Eiffel por ejemplo, ya las han sacado otros mejor que yo, y yo debería limitarme a disfrutar el momento.

No olvidemos la razón que nos impulsa a sacar la foto, que es la emoción. La cámara puede ser y muchas veces lo es, una especie de escudo simbólico que nos ayuda a separarnos de emociones que pueden resultar abrumadoras. Nos sirven para encorsetar entre unos pixeles una emoción, pero también la estropea forzádola a responder a parametros como el encuadre, el modelado o la composición. Y si estamos pensando en esos términos no estamos alegrándonos por nuestra amiga que camina hacia el altar, o dejando que nuestra mandibula se descuelgue mientras pensamos lo flipante que es lo que tenemos delante.

No me odien!

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